Pompeya

jueves, 27 de diciembre de 2012

Nos apetecía mucho, mucho visitar Pompeya y, aunque no está precisamente cerca, decidimos aprovechar que estábamos en Roma para hacer una escapada de un día.

Días atrás habíamos comprado el billete de tren para Nápoles ida y vuelta en la web de Trenitalia. Lo cogimos en la estación de Termini muy tempranito. El tren en sí no estaba mal, habíamos elegido una opción intermedia, porque los hay más rápidos (y caros) y más lentos.

En menos de dos horas estábamos allí. En Nápoles cogimos un cercanías dentro de la misma estación, en la planta subterránea. Allí mismo comprabas el billete. El trayecto era de una media hora hasta Pompeya. No había mucha duda con la parada en la que teníamos que bajar, sólo tenías que seguir a la horda de turistas, y lo mismo para llegar a la entrada.


Había una cola interesante para entrar, pero tampoco fue para tanto, varias taquillas estaban funcionando y la cosa marchaba relativamente rápido.

Es importante ir temprano porque el recorrido dura cinco horas si quieres verlo todo. Cuando nos dieron los folletos, mapas y eso yo dije: "¿Cinco horas?¡Qué exageración!". Pero de eso nada, las cinco horas no te las quita nadie, hay muchísimas cosas que ver y, por supuesto, nosotros teníamos que verlas todas.

Otra recomendación es llevarse la comida. Allí hay cafetería y eso, pero las ruinas son enormes, una ciudad entera, así que si te pilla en la otra punta, mal lo llevas. Mejor unos sándwiches de mortadela siciliana de la buena, jaja.

La panorámica de la ciudad es imponente, con el Vesubio al fondo entre nubes. Cuando empiezas a andar por auténticas calzadas romanas en perfecto estado de conservación no te lo crees, y cuando ves edificios completamente en pie, con sus cuatro paredes, techos y frescos ya alucinas. Es impresionante.


Por cansados que esteis, no dejéis de ir a la Villa dei Misteri, que está un poco apartada del resto de cosas que visitar, por el camino de la necrópolis y en las afueras de la ciudad. Tiene los frescos romanos más alucinantes que podáis ver y seguro que os sonarán, porque son famosísimos. De todas formas, hay muchos otros edificios con pinturas preciosas.



Impresionan mucho los cuerpos conservados de personas y animales, sobre todo en la zona de los huertos, en los que hay muchos niños. Se ponen los pelos de punta al imaginar la tragedia.




Después de cinco horas caminando por calzadas romanas de piedra y subiendo y bajando escalones de aceras altísimas, os aseguro que estaréis hechos polvo. Nosotros cogimos el tren de vuelta a Nápoles y aprovechamos para ir a otro sitio interesantísimo ya que estábamos por allí. Os lo contaremos próximamente.


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Roma: excursión a Tivoli

lunes, 17 de diciembre de 2012

Vamos a cambiar un poco el tema, que estábamos ya muy cansinos con la comida (aunque amenazamos con retomarlo pronto).

Evidentemente, Roma da para mucho, pero si durante vuestra estancia allí os apetece un plan diferente, os recomiendo una pequeña excursión a Tivoli (y no me refiero al parque de atracciones de Benalmádena, no, ¡a la ciudad! :P).

Está bastante cerca de Roma y puede irse en tren o en bus. Aquí tenéis información. Nosotros cogimos un bus de Cotral en la estación de Ponte Mammolo. Allí mismo se compraba el billete, pero dentro, en la planta de abajo. Os aviso porque nosotros vimos el bus ya para salir con la gente subiendo y nos fuimos para allá corriendo y resulta que no te vendían el billete allí, así que lo perdimos. No importó mucho porque pasan cada veinte minutos o así.

Dentro del bus, preguntamos cuál era la parada de la Villa Adriana y nos bajamos. La verdad es que estábamos un poco despistados porque era una zona residencial a las afueras de Tivoli, pero como preguntando se llega a Roma (bueno, a Roma no queríamos volver), llegamos sin mucho problema.

¿Qué deciros de la villa? ¡Es una pasada! Era la villa de recreo del emperador Adriano y se conservan bastantes restos que dan idea de su antiguo esplendor. Creo haber mencionado ya que soy bastante friki de la historia, y os podéis imaginar mi emoción al caminar por el canopo, las termas y tantas cosas increíbles. Muy recomendable.



Al acabar la visita cogimos un bus para Tivoli. La parada estaba cerca de la puerta de la villa. Nos bajamos en el centro de la ciudad. Comimos por allí pizza a taglio (al corte, vamos) y nos encaminamos a la Villa d'Este. Este lugar lo constituyen un palacio y, sobre todo, los magníficos jardines que mandó construir el cardenal Hipólito II d'Este. La finca tiene mucho desnivel y esto se aprovechó para hacer terrazas con cascadas y preciosas fuentes. Realmente merece la pena la visita.



A la vuelta cogimos el bus frente a la Banca di Roma, aunque se reconoce la parada por la cola de gente. Y ya está, fin de la excursión.

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Roma: una buena pizza

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Entrada obligatoria para este nuestro blog de viajeros pero, sobre todo, tragones y disfrutones.

La pizza es una de nuestras comidas favoritas, así que cuando estamos en Italia, nos inunda la felicidad.

En Roma una de las mejores es Da Baffetto. En cuando soltamos el equipaje en el apartamento, fuimos para allá andando, porque estaba muy cerquita. Es muy conocida y siempre está llena de turistas, pero no pierde su carácter auténtico. Está muy próxima a la Piazza Navona, en Via del Governo Vecchio, 114. Si vais a ver la estatua del famoso Pasquino es parada obligatoria, está al final de la calle.

Cuando nosotros fuimos, el señor Baffetto (toda una institución) estaba por allí paseándose por las mesas y charlando con los clientes. Está bastante mayor el hombre, así que no sé si seguirá echando horas en el local.

El sitio es acogedor y lo preside el horno de leña donde no paran de entrar y salir pizzas a cuál con mejor pinta. Yo recuerdo que pedimos la "Baffetto", que tenía salchicha italiana, champiñones y huevo y la de prosciutto. Con el primer bocado casi se nos saltan las lágrimas. La masa era una maravilla de ligera y la mozzarella estaba de muerte. ¡Cómo disfrutamos!



El único pero que le pongo es que hay que esperar muchísimo. Suele haber cola en la puerta, pero, una vez que te sientas, tampoco pienses que te queda poco tiempo para disfrutar de tu pizza, son más bien lentitos. Nosotros lo pasamos bien viendo cómo elaboraban las pizzas mientras nos tomábamos la primera Nastro Azzurro del viaje y la espera mereció la pena con creces.

El último día en Roma fuimos a Da Baffeto 2, en Piazza del teatro di pompeo, 18. Estuvimos en la terraza y comimos un calzone buenísimo, más un tiramisú de postre. ¡La comida perfecta! Este local tiene menos encanto que el otro, pero los platos tienen la misma calidad.

Ni que decir tiene que en Roma comimos pizza en otros sitios, pero el que recomendamos siempre es Da Baffetto. Apuesta segura.

Sobre pizza tenemos un sitio a la altura de Da Baffetto, pero no en Roma, en Nápoles. No obstante, esta visita se merece una entrada para ella solita. No os la perdáis. ¡Próximamente!


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Roma: el helado

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Iniciamos nuestras entradas retrospectivas. Pensando sobre qué escribir me he dado cuenta de la mala memoria que tengo. Se me olvida dónde hemos estado, cómo se llaman los pueblos, los hoteles, cómo fuimos de un sitio a otro... Total, que este blog nos va a venir bien también para fijar un poquito las cosas.

Roma la tenemos más reciente, fuimos hace un par de años la segunda vez. La primera vez fui yo, M, con dieciséis años de viaje de estudios; visitamos unas quince ciudades más de tres países distintos, así que todo está como en una nebulosa, jajaja.

Vamos a lo que vamos: el helado. No os descubro la pólvora si os digo que el helado en Italia es especialmente bueno. Partiendo de eso, os recomendaré unos cuantos sitios en Roma donde probar uno de los mejores.

El más clásico es Giolitti. Decían que era el helado favorito del papa Juan Pablo II. El local se conserva como hace décadas. Fue el primer sitio en el que nos comimos un helado en Roma, la primera noche que llegamos. Suele haber bastante gente, pero que no os asusten las colas, va rápido y merece la pena. Está muy cerca del Panteón, en la vía Uffici del Vicario, 40. ¡Parada obligatoria!


(Por cierto, disculpad la calidad de las fotos. Entre que en todas salimos nosotros y que por aquellos entonces teníamos cámara compacta y poca idea de fotografía...)

Antes dije parada obligatoria, pero esto es parada IMPRESCINDIBLE: la heladería Della Palma, situada en la Via della Maddalena, 20, también muy cerca del Panteón y de Giolitti. Hasta el día de hoy, es el mejor helado que hemos probado nunca (y creednos, hemos probado muchos). Hay más variedad de sabores que en Giolitti, que sólo tienen los clásicos. Lo que más me maravilló es que hay un mostrador entero de chocolate y sus variedades (con nueces, negro, con naranja, con avellanas, con menta... etc.). Me costaba elegir un sabor de otro sitio.

También tenían una especialidad que era una especie de helado de mousse, con la textura más ligera y no tan fríos (no recuerdo cómo se llamaban). Estaban buenos, pero eran mejores los helados de toda la vida.


Estuvimos una semana en Roma y creo que pudimos ir a la heladería Della Palma cuatro o cinco veces. Algún día hasta sustituímos la cena por un helado, pero no penséis que nos quedábamos con hambre, no; nos pedíamos tarrinas de cinco bolas. Al pedírmelas todas de chocolate en sus diferentes variedades, llegaba un momento en que no sabía cuál era cual, pero daba igual, todos estaban buenísimos. Recuerdo especialmente rico el de Kit Kat, que repetí varias veces.

También probamos el helado de una heladería situada muy cerca de la Fontana de Trevi, San Crispino. Dicen que es de los mejores, pero yo me sigo quedando con Della Palma. Nuestro consejo: probadlos todos y contestáis a esta entrada para dar vuestra opinión. Estemos de acuerdo o no, seguro que habréis disfrutado.

Para despedirnos, aquí os dejamos una web con datos prácticos sombre comer en Roma. Volveremos sobre este tema.

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Marruecos: la impresionante Fez

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Y por fin, desde Meknés, llegamos a Fez. Era nuestro último día en Marruecos y había que aprovecharlo.

Habíamos contratado los servicios de una guía profesional, la primera después de muchos espontáneos. Como sólo disponíamos de unas horas (desde media mañana hasta la tarde) nos centramos en la medina, en Fez el-Bali o la ciudad vieja.

Lo primero que te cuentan es su extensión: es el espacio peatonal más grande del mundo. Está formado por más de 9.400 calles, algunas minúsculas y con un trazado caótico. En resumen, un guía para conocerlo no es ningún capricho (y tampoco es caro, alrededor de 30€ un día completo para todo el grupo).

Entramos por la puerta Bab Bou Jeloud, la más importante. Enseguida se estrecha la vía y se acumulan a ambos lados puestos repletos de todo.

La primera parada fue en la medersa o madraza Bou Inania. Realmente impresionante por su belleza.



Continuamos callejeando por este laberinto y nos faltaban ojos para ver todo lo que se mostraba ante nosotros. Había muchísima gente y bullicio, y apenas se podía circular por algunas calles, pero a cada esquina descubríamos algo insólito.


Visitamos el zoco de los ¿cómo llamarlos? "tronos" para las bodas. Es algo que yo no había visto nunca, porque no he asistido a una boda musulmana, pero se estila que los novios disfruten de su fiesta sentados en estas cosas, mientras más recargadas y brillantes, mejor. Pero bueno, cada uno tiene sus costumbres... Lo que sí me gustó mucho es conocer paso por paso toda la ceremonia de la boda, que la guía amablemente nos explicó.


Nos llevaron también a un funduq o fonda del siglo XVIII donde hoy día está el Museo de la Artesanía de la madera. Ha sido recientemente restaurado y se nota, está impecable. Desde arriba se pueden contemplar unas buenas vistas de la medina sembrada de antenas parabólicas.


En la medina, todo está dividido por zocos. Se componen de una o varias calles especializadas en el comercio de algún producto. Las hay de joyería, de cerámica, de tintes, de hojalata, etc. Es muy conocida la plaza Seffarine, donde se reunen los caldereros.

Pero lo que más ganas tenía de conocer desde que pisé Fez eran las curtidurías. Constituyen la estampa más pintoresca y conocida de Fez, y realmente no debes perdértelas. Cuando vas caminando por la medina, tu olfato es el que te dice que están cerca. Son conocidas por el olor nauseabundo que desprenden.

La más conocida es la de Chouwara. Puede contemplarse desde las numerosas terrazas con las que cuentan las tiendas de artículos de piel. Nosotros entramos a una de ellas, y lo primero que hicieron fue darnos una rama de menta (¡ay, la que nos esperaba!). Subimos por una escalera muy estrecha hasta llegar al piso superior, que se abría al exterior. Ante nosotros se abría un panorama increíble:


Confieso que esta estampa me impresionó profundamente. No podía dejar de mirar (ni de oler, desgraciadamente). El hedor es insoportable aunque, afortunadamente, viene por rachas, así que da un "respiro" entre una y otra.

Comprobar las condiciones en las que trabaja esta gente es sobrecogedor. Se pasan horas aguantando ese olor metidos hasta la cintura en cubetas de tinte y de sustancias de todo tipo para curtir las pieles, que van llegando a lomos de burros.


Allí te explican los diferentes tratamientos que tienen las pieles hasta convertirse en cuero, y pueden distinguirse por el color de las cubetas. Las hay con cal, con varias sustancias como excrementos de paloma y orina de vaca para ablandarlas e hidratarlas y con tintes naturales de muchos colores. Ya no tenéis que preguntaros más por qué huelen tan mal los artículos de piel procedentes de Marruecos.


Después de este inolvidable espectáculo, continuamos paseando por la medina, entrando en puestos y viviendo este ambiente. Aficionados a la fotografía como somos, disfrutamos muchísimo ante las posibilidades que nos ofrecía este enclave tan particular.


Desde luego, se puede decir que Fez es una experiencia para todos los sentidos. Altamente recomendable.




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Marruecos: visita exprés a Meknés

lunes, 26 de noviembre de 2012

Debido al accidentado viaje que ya os relaté aquí, llegamos bastante más tarde de lo que pensábamos a Meknés, por eso nuestra visita fue muy breve.

Al aparcar cerca del riad donde nos hospedábamos nos salió otro guía espontáneo que nos ofreció sus servicios. Como teníamos muy poco tiempo para visitar la medina, no nos pareció mal, así que fijamos un precio y quedamos con él para un rato más tarde.

Nos alojamos en el Riad Yakout, muy cerca de la medina.

Nos gustó mucho este sitio. Había sido reformado hace poco y la decoración era preciosa. La comida también estaba muy bien y su localización era inmejorable.



La medina la vimos con muy poca luz. Fue una pena, porque la ciudad entera fue declarada patrimonio mundial de la Unesco y tuvimos muy poquito tiempo para verla. El guía nos enseñó muchos rincones,entre ellos mezquitas, hornos de pan y hammams, que suelen estar cerca unos de otros, como nos explicó. También nos llevó a la cooperativa de fabricación de kilims, donde compramos un par de ellos, preciosos.

Después estuvimos en el mercado, que sí estaba bien iluminado. Fue fascinante la aglomeración de puestos, gente, olores y cosas diferentes que se vendían por allí. Nos llamaron especialmente la atención los encurtidos y las especias.



A la mañana siguiente, antes de salir para Fez fuimos a visitar el Mausoleo de Mulay Ismael, sultán que en el siglo XVII convirtió a Meknés en una de las ciudades más bellas y poderosas de Marruecos. Es realmente bonito, y por ser una tumba, puede entrarse a la mezquita, aunque no a la zona de oración.



También vimos la célebre puerta de Bab Mansour, junto a la plaza principal de Meknés, El Hedime.


Nos dio tiempo a dar una vuelta corta por la medina ya de día y a poco más, porque teníamos que salir para Fez, sólo disponíamos de ese día para verla.

Nos quedamos sin ver las ruinas romanas de Volubilis, a unos treinta kilómetros de la ciudad. Ya no podíamos abarcar más, así que lo dejamos para la siguiente escapada a Marruecos.







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Marruecos: de la garganta del Todra a Meknés por caminos de cabras

viernes, 23 de noviembre de 2012

El título del post ya lo dice todo. De esta parte del camino apenas tenemos fotos, supongo que porque teníamos preocupaciones más importante como no matarnos...

Como ya mencioné aquí, el dueño de la maison d'Hote Panorama tuvo a bien recomendarnos una ruta alternativa para llegar desde Tinehir a Meknés. Nosotros ya teníamos planificada una: retroceder por la carretera nacional y subir pasando por Errachidia, Midelt y Azrou. Supuestamente esto nos llevaría unas seis horas. Era dar un poco de rodeo, pero merecía la pena porque cogíamos mejores carreteras.

Sabiendo que teníamos un camino largo por delante, le pedimos al buen hombre que nos sirviera el desayuno tempranito. Él, muy optimista, nos dijo que no hacía falta porque por la ruta que nos iba a recomendar, en tres horas y media o cuatro como mucho, estábamos en Meknés. Ilusos de nosotros, le creimos (quién iba a pensar que todo este rollo era porque no le apetecía madrugar).

Total, que salimos de Tihehir rumbo de nuevo a la garganta del Todra, que atravesamos y continuamos. La carretera en el mapa parecía peor que una comarcal, pero como de ningún cobarde se ha escrito nada, tiramos "palante".

Podemos seguir refiriéndonos a ella como carretera para entendernos, pero llamarla así sería hacerle un gran favor. Había tramos en los que sólo quedaba un metro y medio de asfalto (lo justo para dejarlo en medio de las ruedas). En otros no había nada directamente.

Otro factor a tener en cuenta es que había llovido muchísimo días atrás, con lo cual, se habían desbordado ríos y arroyos, o se habían desprendido piedras por las laderas. !Muy divertido! Eso por no hablar por los rebaños de cabras, ovejas y dromedarios que se nos cruzaban por todas partes.

Este hombre nos dijo que había un tramo que estaba regular, pero que no tendríamos problema. Claro que regular para ellos y para nosotros respecto a carreteras no es lo mismo, eso lo comprobamos más adelante.

Resumiendo, que atravesamos toda la cordillera del Alto Atlas por carreteras inexistentes y en muy malas condiciones. Menos mal que llevábamos un 4x4 porque no sé cómo habríamos salido de muchos de los escollos que tuvimos que atravesar. El peor momento fue en todo lo alto de la montaña, con un precipio a nuestra izquierda, pared desprendida a la derecha, carril para un sólo vehículo y camioneta de frente. ¡Aún no sé cómo salimos de allí!

Cuando pasamos todo esto vimos en el mapa un tramo de la carretera marcado con cuadros blancos y negros. "¿Qué significarán estos cuadritos?". Miramos la leyenda del mapa y nos dice que es Carretera muy peligrosa. "¡Ahhhh, claro, que veníamos por una autopista de cinco carriles!". Resulta que aún nos quedaba por pasar el peor tramo. A todo esto se une la conducción de los marroquíes. Quien haya estado alguna vez por allí seguro que lo recuerda. ¡Qué poco aprecio por la vida tienen estas criaturas!

Está claro que sobrevivimos a todo esto y que las tres horas y media se convirtieron en más de ocho horas, pero ya pasado, he de reconocer que fue toda una experiencia.

Vimos paisajes y sitios que nunca habríamos imaginado. Descubrimos que Marruecos tiene zonas muy verdes, cruzadas por numerosos ríos, fértiles valles y montañas increíbles. Pasamos por áreas en las que no había absolutamente nada en kilómetros a la redonda. Atravesamos pueblecitos sin luz ni agua corriente donde los niños nos miraban como si fuésemos extraterrestres. Comarcas enteras en las que el tiempo se había detenido siglos atrás. Las mujeres lavaban a mano en los ríos, los hombres araban con burros sus tierras, los niños de corta edad trabajaban y los días eran iguales unos a otros.

Desde luego, ésta sí que fue una incursión en el Marruecos profundo, el que no sueles ver en las rutas organizadas. Una aventurilla de la que ahora tenemos muy buen recuerdo. ¡Pero cuánto nos acordamos del dueño del hostalito y de toda su familia durante el trayecto!



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Marruecos: la garganta del Todra

martes, 20 de noviembre de 2012

Dedicamos un día a esta zona y realmente mereció la pena. Desde Merzouga tardamos sólo unas horas en coche. Llegamos a Tiheghir (lo he visto escrito de mil maneras diferentes: Tinehir, Tinerhir...) que es la población más cercana y donde teníamos el alojamiento. Está en un inmenso valle con unas vistas impresionantes al palmeral y a las kasbahs abandonadas que quedan al fondo.


Es una zona bastante conocida y hay varias opciones de alojamiento. Nosotros elegimos la maison d'Hote Panorama porque conocíamos a gente que ya había estado.

Es un sitio bastante modesto, aunque con aspecto medianamente cuidado. Se podría definir como pintoresco.


Lo mejor de todo eran las vistas:


Nos dieron las mejores habitaciones, las que daban hacia el palmeral, las podéis ver en la web. El principal problema que tienen es la falta de intimidad, porque el baño está dentro separado con una cortinilla. El dueño es amable y atento, aunque mejor no hacerle caso cuando os dé recomendaciones de rutas para salir del pueblo hacia Meknés, pero eso es otra historia. Y, aparte de eso, la comida no está mal y el sitio es de lo mejor que se puede encontrar por allí.

La zona más espectacular de la garganta no queda lejos del pueblo, a escasos kilómetros. La carretera pasa por medio, así que se puede dejar el coche a un lado y pasear por allí contemplando las inmensas paredes de roca que originó el río Todra.



El tramo más bonito es el primero. Puedes seguir adelante, pero va abriéndose poco a poco y ya no es tan espectacular. Eso sí, la carretera empeora por momentos.

Desde Tinheghir se puede visitar también el inmenso palmeral. Hay que decir que gana desde lejos, por dentro ves que está bastante descuidado, pero hay tramos muy bonitos:



Hay muchos cultivos entre las palmeras, y la temperatura desciende unos cuantos grados en cuanto empiezas a adentrarte. Si lo atraviesas, llegas a una de las tres o cuatro kasbahs abandonadas que se ven enfrente:


La kasbah a la que fuimos no estaba lejos de la maison d'Hote, pero era un poco lioso llegar a través del palmeral. Estábamos dando vueltas cuando nos salió un guía espontáneo que nos llevó. Al principio no estábamos muy contentos con la idea, pero lo cierto es que no habríamos llegado sin su ayuda. Este procedimiento es bastante corriente. En Marruecos nunca te va a faltar un guía donde quiera que vayas. Que sea capaz de comunicarse contigo o que tenga más o menos información ya es cuestión de suerte. Eso sí, nada es gratis en este país, jajaja.



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Marruecos: el desierto de Erg Chebbi III

domingo, 18 de noviembre de 2012

No imaginaba que el desierto iba a dar para tanto, pero con esta entrada terminamos. Al final del día teníamos prevista otra excursión: coger los dromedarios por las dunas para ver atardecer.

Nosotros ya habíamos hecho una excursión parecida en Túnez, pero esta fue especialmente bonita.


Montar en dromedario no es que sea muy cómodo, pero tiene su encanto. Estás bastante lejos del suelo con lo cual, el miedo a caer es mayor, pero luego ves que son unos animales muy tranquilos y que no dan ningún problema.

Los guías eran unos chavales encantadores que nos hicieron unas fotos preciosas durante el camino.

Avanzamos adentrándonos en el desierto y paramos en un sitio donde dejamos a los dromedarios y subimos a una duna para ver atardecer.


Era impresionante estar rodeados de dunas que iban cambiando de color conforme iba cayendo el sol.


La arena era muy suave y era una delicia estar por allí tirado y revolcarse, jaja. Además, no nos cansábamos de hacer fotos. Miraras a donde miraras, todo era una postal.


Lo mejor de todo era la tranquilidad y el silencio que reinaba, tan solo perturbada por algún 4x4 que pasaba por allí. Asistir a la puesta de sol fue un espectáculo sobrecogedor.


Cuando el sol se escondió nos fuimos de vuelta a la kasbah. Para recuperarnos del intenso día teníamos cita para el hamman del Tombouctou, justo al lado del nuestro. Una experiencia muy recomendable.

Al día siguiente salimos temprano de camino a Tinehir.






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Marruecos: el desierto de Erg Chebbi II

viernes, 16 de noviembre de 2012

Cuando llegamos a la kasbah nos informamos de las excursiones que se podían hacer por allí. Nos decidimos por una ruta en 4x4 alrededor del desierto y entrando para subir algunas dunas. Incluía algunas paradas más que os iremos mostrando foto a foto.

Primero fuimos a ver un lago salado. Había un 4x4 que se había acercado demasiado y acababa de quedarse clavado por allí. Era precioso el contraste del agua con las dunas:


Después continuamos con la rutita y paramos en unas dunas a tomar un refrigerio y pasear un poco.


El guía no hablaba ni palabra de español (cosa rara por aquellas tierras porque lo hablaba todo el mundo), así que lo que es explicar, no explicó mucho, pero nos reímos bastante. Insistimos en subir algunas dunas, aunque normalmente no lo incluye la excursión porque corres el riesgo de quedarte clavado en la arena. Nos hizo caso y se entusiasmó bastante.

Después nos llevaron a una jaima y un techado en mitad del desierto para que viéramos cómo se prepara la llamada "pizza bereber", que es una receta tradicional de pan relleno de carne condimentada. La idea estaba bien. Estábamos en una mesa a la sombrita tomando té (cómo no, en Marruecos te ofrecen té vayas donde vayas) y había por allí un señor que nos hizo la "pizza" en directo. Muy entretenido.






El problema es que pretendían que comiéramos a las 12 de la mañana, y después de los desayunos que nos pegábamos y el picoteo de fruta de un rato antes, mucha hambre no teníamos, así que la envolvieron y la guardaron para el final de la excursión. A mí no me entusiasmó, la verdad, no me gusta nada el cordero y menos la cabra, pero buena pinta tenía, eso hay que reconocerlo.

Después fuimos a ver unas minas de donde extraen piedras con fósiles, que son muy abundantes en la región. El paisaje era sobrecogedor, sólo piedra en muchos kilómetros a la redonda, pero lo más impresionante era ver en qué condiciones trabaja esta gente.


De allí sacan numerosos fósiles con los que hacen maravillas que se pueden encontrar por toda la región.

Después de esto nos llevaron al llamado "Pueblo negro" formado por habitantes de Mali que fueron acogidos en Marruecos. Allí asistimos a sus danzas y cánticos tradicionales disfrutando de otro té.


Después fuimos a un palmeral y allí concluyó nuestra excursión. Nos volvimos a la kasbah a disfrutar de la piscina y descansar.




















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