Luna de miel Polinesia-Costa Oeste: Bora Bora II

lunes, 8 de octubre de 2012

Lo que no podíamos imaginar es que nuestro segundo día en Bora Bora iba a ser aún mejor que el primero.

Habíamos contratado el día anterior una excursión. Como en el caso de Moorea, también lo habíamos consultado antes en foros y leído todo tipo de opiniones. Total, que cuando llegamos allí lo teníamos clarísimo: queríamos el Ecotour.

Nos recogieron en el muelle por la mañana. Éramos ocho, seis italianos y nosotros. La verdad es que en Polinesia hay muchísimo turismo italiano; junto con los franceses, son los más numerosos. Españoles apenas nos cruzamos a tres parejas en un sitio o en otro.

El guía de la excursión se llamaba Aia, y era un crack. También el piloto. El buen rollo y las risas presidieron todo el día. Íbamos en la lancha con una mezcla de música reggae, rap, disco estilo polinesio a toda pastilla (desde entonces me encanta), y divirtiéndonos muchísimo con las ocurrencias de Aia.


Nos dieron una vuelta por toda la laguna y seguíamos sin creer el color del agua que nos rodeaba.


La excursión tenía varias paradas. En la primera nos llevaron a un arrecife de coral donde vimos peces de colores increíbles. Le daban de comer y nos rodeaban por todas partes.¡Fue alucinante! Hicimos miles de fotos y vídeos con la gopro.


Nos dejaron un buen rato nadando por allí. La verdad es que no nos queríamos ir, pero la siguiente parada fue aún más alucinante. Nos llevaron a un sitio donde el agua sólo te cubría hasta la cintura. Ya cuando nos acercábamos empezamos a ver desde arriba lo que nos esperaba: rayas, muchas rayas.


Es cierto que daba algo de cosa tirarse al agua con esos bichos tan enormes rodeándonos, pero cuando veías que no te hacían nada, no querías irte. Por arriba pinchan un poco, sobre todo la cola, que si te roza fuerte, puede hacerte daño; pero por abajo eran muy suaves, con un tacto un poco gelatinoso. Por lo visto, llevan unos veinte años alimentándolas en esa zona, así que están más que acostumbradas a los seres humanos y son como perritos. Es ver a alguien en el agua y rodearlo. Nos sacaron a una y la estuvimos acariciando y dándole besos, jaja. La mitad de la excursión no quiso ni meterse en el agua, pero nosotros lo pasamos genial con las rayas.

La siguiente parada iba a ser un poco más heavy. Nos salimos de la barrera de coral al océano y aquí podéis ver a los amigos que nos estaban esperando.


Cuando divisamos uno suelto de lejos, Aia nos decía en italiano que no nos preocupáramos, que eran tonno, atún, jajaja. Cuando llegamos y echamos el ancha empezó a animarnos a saltar diciendo "Come on, shark food", jaja.

Yo fui la primera en tirarme al agua. Sólo nos quisimos meter tres de los ocho que éramos. Nosotros no nos lo podíamos perder. La verdad es que impresionaban mucho tan de cerca. Había dos especies de tiburones, los punta negra, de 1,5 a 2 metros y, al fondo, los limón, que podían llegar a 3 metros. En teoría, los punta negra no hacen nada. Los limón un poco más, pero no suben a la superficie, los veías allí abajo tranquilos.


No me voy a hacer la valiente. Cuando te tiras con las gafas y las aletas y miras por primera vez debajo del agua, da bastante impresión verte rodeada de tiburones. Cuando empiezas a darte cuenta de que pasan de ti, ya te vas envalentonando y empiezas a perseguirlos. Eso sí, cuando alguno cambiaba de rumbo inesperadamente y los veías de frente con esos ojos rayados y esas bocas pensabas "¿Qué narices hago yo aquí?". Los limón impresionaban más, eran muy grandes.

Fue una experiencia increíble que no olvidaremos nunca. Después de un rato, nos subimos de nuevo al barco y nos fuimos al sitio donde íbamos a comer. A este motu.


Era una islita totalmente desierta. Sólo había un par de chozas con mesas y bancos y una barbacoa. Aia y el piloto nos hicieron de comer un menú polinesio 100%. Todo muy bueno. Pescado y pollo a la brasa, bizcocho de coco, poison cru (el plato nacional, podíamos decir, que consiste en pescado crudo macerado en lima y leche de coco), algún guiso con plátano, tubérculos hervidos y piña, todo ello regado con cerveza Hinano, la marca polinesia de cerveza más famosa junto con Tabu. Lo mejor era la presentación y los platos en los que comimos, hechos con hojas de palmera. Todo muy exótico.



Después de esto nos hicieron demostraciones sobre modos de ponerse el pareo (otra más, en el hotel también nos habían hecho una) y ya nos volvimos rumbo al hotel. No queríamos que se acabara, había sido un día increíble.

En nuestra opinión, esta excursión es la mejor de las que te pueden ofrecer en Bora Bora. Son muy populares las del Lagoonarium, una especie de acuario donde también puedes nadar con rayas y tiburones, pero nada comparable con hacerlo en el mar abierto, en su medio. Este tipo de excursiones las puedes contratar en todos los hoteles y son la mejor opción en Bora Bora. Una experiencia inolvidable.


Imprimir

0 comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tu comentario. Gracias.