¿Por qué?

viernes, 25 de octubre de 2013

Introducimos hoy un post, que esperamos que se repita con vuestra colaboración, sobre por qués relacionados con los viajes.

Y no, el primer por qué no es sobre el nombre de este avión, aunque nos dejó alucinados...



La primera duda que tenemos es sobre algo que se repite en muchos de los vuelos que he hecho a lo largo de mi vida: el aplauso final en el momento de aterrizar. Y estaréis conmigo en que no es algo raro; lo he presenciado tantas veces que ya hasta lo espero, y si nadie aplaude, me parece raro.

Yo entiendo que el pasaje aplaudiera al piloto que aterrizó en el río Hudson salvándoles la vida a todos (aunque quizá estaban tan acojonados que no cayeron en eso), pero en cualquier vuelo, pues no, la verdad...

Una explicación puede ser que la gente que no ha volado en su vida está tan contenta de tocar tierra que, en vez de besarla como el papa, aplaude al piloto. Esa sensación (la de querer besar el suelo) sí la he tenido en un par de ocasiones. La primera fue en un vuelo Madrid-Túnez. El avión se movió muchísimo, bajó muy bruscamente revolviéndonos a todos el estómago, incluso se cayeron maletas de los compartimentos superiores, lo pasamos bastante mal. En ese caso no sé si salvamos la vida gracias al piloto o si nos tocó el novato... La cuestión es que yo no estaba para aplaudir a nadie.

La segunda fue en el vuelo de Papeete a Moorea, y eso que era muy corto, pero fueron los quince minutos más largos de mi vida. Al ser un avión de hélices, el viento lo desestabilizaba bastante, y ese día hacía muuuucho viento. Menos mal que, como llegamos directamente al paraíso y, quizá, al mejor hotel que hemos pisado en nuestra vida, el mal rato se pasó pronto.

Total, que me asaltan las dudas y me gustaría saber, no sólo por qué la gente aplaude, sino también por qué lo hacen en unos vuelos sí y en otros no. Para mí es un misterio... ¿me podríais dar vuestra opinión? ¿Sois de los que aplaudís o de los que os reís de los que aplauden?

República Dominicana – All included V Santo Domingo

martes, 15 de octubre de 2013

República Dominicana es un lugar ideal para relajarse y desconectar una semana de vacaciones, pero también tiene una interesante oferta cultural. Os animamos a que hagáis alguna excursión para conocer algo más del país. Nosotros, además de la boda de nuestros amigos en los Altos del Chavón, aprovechamos para hacer dos excursiones: la visita a Isla Saona de la que ya hemos hablado y a Santo Domingo.

No quisimos dejar de visitar la capital del país, así que dedicamos un día a ello. En esta ocasión, aprovechando que formábamos un grupo numeroso (21 personas), alquilamos un microbús con chófer que nos llevó desde el hotel a la capital (2 horas de trayecto) y de vuelta. El microbús lo tuvimos disponible durante todo el día por 20 euros/persona aproximadamente.

Nuestra amiga dominicana se encargó de contratar un guía local para dar un paseo por la ciudad y explicarnos con detalle la visita.

A pesar del intenso calor, dimos un paseo por la bonita zona colonial y entramos en la primera catedral de América. Sorprende la cantidad de edificios conservados de la época colonial. Lo mejor, el alcázar de Colón.


Estando por la zona, aprovechamos para comprar ron dominicano a muy buen precio, una parte en un supermercado de la calle principal (sin duda, la mejor opción) y otras marcas más concretas en una licorería que también tenía tienda de souvenirs. Allí tenían más variedad y, regateando y comprado en grupo, nos salió bastante bien. El precio, por defecto, lo marcaban en dólares, así que lo ideal es tener algunos si queréis hacer este tipo de compras. No esperéis a comprar ron en el aeropuerto, los precios son a veces más del doble de lo que podéis encontrar en la ciudad. En los hoteles y zonas turísticas también es bastante más caro.

Luego comimos en un sitio típico que nos encantó, el Restaurante Conuco de Santo Domingo. Pedimos surtido de entrantes y como plato principal “El Nido”. No era el plato más típico de la carta, que también contaba con la famosa bandera y el sancocho, pero nuestros amigos, que ya habían estado allí varias veces, nos lo recomendaron  En este caso pagamos con pesos dominicanos, pues es la moneda en que están marcados los platos y a partir de ahí, cambiar de moneda significa perder un poco. Te suelen cambiar, redondeando, 1 euro por 50 pesos dominicanos o 1 dólar por 40.




Al terminar, nos fuimos de vuelta al microbús, no sin antes comprobar el tremendo atasco que colapsa la ciudad a las 17:00, hora de salida de la mayor parte de los trabajadores. De vuelta al hotel pasamos también por el famoso Faro de Colón, pero no entramos. A nuestro gusto, un poco decepcionante, el edificio es una mole de hormigón con forma de cruz.

No obstante, nos llevamos muy buenos recuerdos de nuestro paseo por Santo Domingo, y os recomendamos que sacrifiquéis un día de sol y playa por una interesante visita a la capital.


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República Dominicana – All included IV Isla Saona

sábado, 5 de octubre de 2013

Como no podía ser de otra forma, durante nuestra estancia en República Dominicana hicimos la clásica visita a Isla Saona, una preciosa isla al sureste del país a la que se puede ir de diferentes formas. Nosotros no escogimos la mejor, pero es una visita obligada. Los motivos para que no fuera la idónea fueron varios, como el tiempo (sólo podíamos ir un día concreto, no se podía elegir) o que éramos un grupo muy grande para ponernos de acuerdo. Por todo ello no nos quedó más remedio que reservar la excursión con Travelplan.

El precio fue de 65 dólares por persona y consistió en: traslado en autobús desde el hotel al puerto de Bayahíbe (10 minutos), viaje de ida hasta isla Saona en catamarán y vuelta en lancha rápida con traslado de vuelta. El catamarán incluía música y bebida, pero no resultó ser tan exclusivo como nos vendieron.



La llegada a la isla es una pasada; el único problema que la estropea es la cantidad de gente que hay. Estaba claro que no íbamos a ser los únicos en querer disfrutar de este sitio... Tras un rato de tiempo libre, nos pusimos en cola para comer en el buffet que incluía la excursión y que dejaba mucho que desear. Había dos tipos de arroz y ensalada de papa dominicana para acompañar a la carne de pollo y cerdo a la brasa: ninguna maravilla. Nos ofrecieron también langosta, pero a un precio abusivo y con aspecto de no estar tan bien cocinada como la que disfrutamos días después en la cena de la playa.

Tras la comida, de nuevo a la playa con tiempo libre para disfrutarla. Es preciosa, pero la cantidad de barcas en la orilla hizo que perdiese algo de encanto. Nos quedamos con las ganas de visitar otras zonas de la isla con menos turistas porque es una maravilla.






Como hemos mencionado, para la vuelta nos tocó lancha rápida. A nosotros nos hubiese gustado hacerlo al revés, la ida en lancha rápida y la vuelta en catamarán, ya que beber ron-cola nos apetece más de sobremesa que a las 10 de la mañana recién desayunados, jajaja, pero no pudo ser. Una vez más sufrimos el ser ganado turístico y no pudimos elegir. En cualquier caso, acabamos disfrutando mucho, aunque siempre con la desagradable sensación de la diversión inducida artificialmente a base de merengue, bachata y ron a deshoras.

De vuelta, las lanchas pararon en la piscina natural, un lugar increíble en alta mar en el que el agua no cubre y hay muchísimas estrellas de mar; mereció la pena la experiencia, por supuesto.


Después llegamos de nuevo a Bayahíbe y nos trasladaron en bus al hotel.

En definitiva, Isla Saona nos parece un sitio maravilloso de visita obligada, pero tratad de evitar la excursión del tour operador. Siempre saldrá más cara que una excursión local y es menos exclusiva, te llevan en grupos grandes como borregos y no es lo mismo. Nosotros no pudimos hacerlo de la forma que os recomendamos por los motivos que ya hemos comentado, pero lo ideal es gestionar la visita en el propio puerto de Bayahíbe o conversando con alguna persona local que podréis conocer, por ejemplo, en los puestecitos de la playa junto al hotel.


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