Como no podía ser de otra forma, durante nuestra estancia en República Dominicana hicimos la clásica visita a Isla Saona, una preciosa isla al sureste del país a la que se puede ir de diferentes formas. Nosotros no escogimos la mejor, pero es una visita obligada. Los motivos para que no fuera la idónea fueron varios, como el tiempo (sólo podíamos ir un día concreto, no se podía elegir) o que éramos un grupo muy grande para ponernos de acuerdo. Por todo ello no nos quedó más remedio que reservar la excursión con Travelplan.
El precio fue de 65 dólares por persona y consistió en: traslado en autobús desde el hotel al puerto de Bayahíbe (10 minutos), viaje de ida hasta isla Saona en catamarán y vuelta en lancha rápida con traslado de vuelta. El catamarán incluía música y bebida, pero no resultó ser tan exclusivo como nos vendieron.
La llegada a la isla es una pasada; el único problema que la estropea es la cantidad de gente que hay. Estaba claro que no íbamos a ser los únicos en querer disfrutar de este sitio... Tras un rato de tiempo libre, nos pusimos en cola para comer en el buffet que incluía la excursión y que dejaba mucho que desear. Había dos tipos de arroz y ensalada de papa dominicana para acompañar a la carne de pollo y cerdo a la brasa: ninguna maravilla. Nos ofrecieron también langosta, pero a un precio abusivo y con aspecto de no estar tan bien cocinada como la que disfrutamos días después en la cena de la playa.
Tras la comida, de nuevo a la playa con tiempo libre para disfrutarla. Es preciosa, pero la cantidad de barcas en la orilla hizo que perdiese algo de encanto. Nos quedamos con las ganas de visitar otras zonas de la isla con menos turistas porque es una maravilla.
Como hemos mencionado, para la vuelta nos tocó lancha rápida. A nosotros nos hubiese gustado hacerlo al revés, la ida en lancha rápida y la vuelta en catamarán, ya que beber ron-cola nos apetece más de sobremesa que a las 10 de la mañana recién desayunados, jajaja, pero no pudo ser. Una vez más sufrimos el ser ganado turístico y no pudimos elegir. En cualquier caso, acabamos disfrutando mucho, aunque siempre con la desagradable sensación de la diversión inducida artificialmente a base de merengue, bachata y ron a deshoras.
De vuelta, las lanchas pararon en la piscina natural, un lugar increíble en alta mar en el que el agua no cubre y hay muchísimas estrellas de mar; mereció la pena la experiencia, por supuesto.
Después llegamos de nuevo a Bayahíbe y nos trasladaron en bus al hotel.
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2 comentarios:
Aaay envidia sana y de la buena! La verdad que el sitio es espectacular e imagino la marabunta de gente y...qué pena no poder disfrutarlo mas tranquilitos no?
De todas formas, almenos la experiencia ya la tenéis!
saludos!
espe,
Está claro que es mejor ir aunque sea así, que no ver ese paraíso.
Un saludo, Espe, Enhorabuena por tu blog
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