Luna de miel Polinesia-Costa Oeste: Las Vegas I

miércoles, 17 de octubre de 2012

La última mañana en San Francisco poco pudimos hacer más que desayunar y esperar el transporte que nos llevaría al aeropuerto.

El vuelo a Las Vegas no fue muy largo y las vistas eran preciosas. Nada más bajarte en el avión ya te das cuenta de dónde estás: ¡Hay tragaperras en la terminal! Todo está lleno. Además del conocido lema de la ciudad:


La verdad es que íbamos como los catetos en la capital, con la boca abierta mirando todo. En la zona de cintas de recogida de equipaje, la gente esperaba sentados en las tragaperras, muy entretenido, jaja. Lo más gracioso es que para salir, había indicaciones para taxis, bus y ¡limusinas!, como si fuera lo más normal del mundo.

Nos recogieron y nos llevaron al hotel. El aeropuerto está prácticamente al lado de la ciudad. El primer paseo desde el bus mientras repartíamos gente de hotel en hotel fue muy chulo, no sabíamos a dónde mirar. Nos dejaron los penúltimos, después de haber dado vueltas por todo el Strip (la calle principal de Las Vegas, donde están los hoteles más conocidos).

Nuestro hotel era el Monte Carlo, y sin ser de los más grandes, era espectacular. Nunca había visto un mostrador de recepción tan grande ni con tantísima gente y colas. Parecían los mostradores de facturación de las compañías aéreas. Dentro podías perderte en un laberinto de tiendas y ascensores. Finalmente llegamos a nuestra habitación y estas eran las vistas:


Acto seguido nos bajamos a investigar el hotel. Dentro tenía el consabido casino donde no sé sabe qué hora del día es y tampoco creo que importe. Restaurantes de todo tipo, Mc Donald's, Starbuck's, un centro comercial, una piscina de olas con un DJ pinchando, de todo, en resumen. Picamos algo y subimos a cambiarnos.

Cuando salimos a la calle el calor nos dio un bofetón que casi nos tumba. Eran las 5 de la tarde y podíamos estar a 45 grados tranquilamente. Era un calor seco que casi se palpaba, salía del suelo y de todas partes. Lo más curioso es que apenas baja la temperatura de noche y de madrugada, es agobiante. Reconozco que estábamos en agosto, pero era increíble.

La forma más cómoda de andar por Las Vegas es con el bus The Deuce, que recorre el Strip en los dos sentidos y llega hasta Freemont St. Lo mejor es comprarse el pase para todo el día (o varios, dependiendo de los que vayáis a estar); el diario vale unos 7$ y se puede comprar al mismo conductor. Es muy cómodo y práctico. Hay dos, uno de dos pisos que es el que más frecuenta el Strip, y otro con menos paradas que llega un poco más allá. El problema es que el tráfico suele ser caótico, sobre todo los fines de semana, y puedes echarte un buen rato apretujado dentro; pero al menos, hay aire acondicionado y, creedme, se agradece mucho.

No obstante, esa primera tarde nosotros no cogimos el bus porque queríamos verlo todo a pie a pesar de la temperatura. La primera parada fue el hotel New York, New York, que lo teníamos justo al lado. En la fachada, el puente de Brooklyn y la estatua de la libertad. Dentro todo era una reproducción de las zonas más conocidas de la ciudad a escala. Era curioso y no tan hortera como yo imaginaba y eso que estábamos en la capital mundial de las horteradas.


Después fuimos directamente al hotel Bellagio, el más espectacular. No nos defraudó el interior, era una pasada. Esto era el techo del hall.


Y esto parte del interior:




La decoración era muy alegre y colorida. Lo cierto es que el hotel era muy bonito y el casino, el más grande que vimos. Allí aprovechamos y nos estrenamos con el juego. Jugamos (y perdimos) a la ruleta, menos mal que no mucho...

A la salida estuvimos esperando para ver el famoso espectáculo de las fuentes, pero nos decepcionó un poco. Es bonito, pero esperábamos que fuera más largo, porque sólo ponían una canción cada vez.


Después fuimos al hotel París, a mi parecer, el más bonito. Aquí se ve la fachada:


El entretenimiento en Las Vegas es ir de hotel en hotel visitándolos por dentro. Hay muchos que merecen realemente la pena. La entrada es libre y dentro puedes ir al casino o alguno de los muchos restaurantes o tiendas que contienen.

Evidentemente, en Las Vegas hay mucha más oferta de entretenimiento. Cada hotel tiene varios espectáculos en cartel, los hay para todos los gustos: conciertos, musicales, teatros, magia, etc. Y para los amantes del Circo del Sol, hay como cuatro espectáculos en cartel, algunos exclusivos de la ciudad.

Por ser nuestra primera noche allí, aprovechamos para pasear y pasear, no te aburres aunque sí te cansas, es inmenso y las distancias engañan.

En este primer día allí pasé por dos estados de ánimo: nada más salir a la calle y empezar a ver cosas estaba emocionada, quería verlo todo y todo me atraía; estaba nerviosa. No obstante, cuando van pasando las horas empiezas a saturarte de luces, gente, ruido y acabas pensando que todo es excesivo y que necesitas un descanso.

De todas formas, mi conclusión es que es un sitio que merece la pena ir a visitar. Conozco a mucha gente que no le atrae en absoluto, pero creo que es una experiencia que hay que vivir. No creo que haya en el mundo ningún sitio igual, lo veas por el lado bueno, o por el malo.








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